Lo que comenzó como una preocupación por hurtos menores se ha transformado en una pesadilla de violencia y saña. En pocas semanas, el corredor de la Ruta 1 —desde Cayastá hasta Campo del Medio, pasando por Helvecia— se ha convertido en el escenario de una saga delictiva que combina logística profesional con una crueldad que estremece a los vecinos.

》​El golpe comando en Cayastá

​El quiebre de la tranquilidad comenzó hace unos fines de semana con un golpe quirúrgico. Delincuentes ingresaron a la estación de servicio YPF de Cayastá a través de un ventiluz trasero. Sin disparar un solo tiro, pero con una precisión alarmante, se alzaron con un botín de 45 millones de pesos. El hecho dejó en claro que la zona estaba bajo la lupa de bandas que no improvisan.

》​Tortura en Helvecia: el ataque a los más vulnerables

​La escalada tomó un tinte oscuro en Helvecia. Allí, la víctima fue una pareja de ancianos. No solo les arrebataron sus ahorros en pesos y dólares, además de joyas familiares, sino que los sometieron a maniobras de tortura y los dejaron maniatados. Este ataque marcó un punto de no retorno: el objetivo ya no era solo el dinero, sino el quiebre físico y emocional de los adultos mayores.

》​El último eslabón: noche de terror en Campo del Medio

​Anoche, la modalidad se repitió con calco en Campo del Medio. Una familia fue sorprendida en su vivienda, donde vivieron horas de angustia bajo la misma metodología: tortura y ataduras. En esta ocasión, los criminales no solo se llevaron dinero en efectivo, sino que sumaron un elemento que agrava el peligro futuro: armas de fuego que la familia poseía en la propiedad.

​El miedo se ha vuelto palpable, especialmente entre los adultos mayores que viven solos en las zonas rurales o en los márgenes de los centros urbanos. La PDI (Policía de Investigaciones) del Departamento Garay lidera las pesquisas con la colaboración de la Unidad Regional VII, pero hasta el momento, los responsables siguen libres.

​La identidad de estos pueblos —donde la confianza era la ley primera— está siendo destruida por una violencia que la Costa no reconoce como propia, pero que hoy la mantiene en vela.