09.05.2022 | 08:25 — LIBRO
Vargas Llosa entre Borges, Pérez Galdós y la promesa de una nueva novela
El premio Nobel encabezó en la Feria del Libro de Buenos Aires la presentación de su libro “La mirada quieta”, en el que aborda la obra del escritor español Benito Pérez Galdós.
Por Juan C. Arredondo
“Siempre estoy escribiendo una novela aunque a veces no sale y simplemente la guardo”, confesó ante un auditorio colmado el premio Nobel Mario Vargas Llosa y durante la presentación en la Feria de su libro “La mirada quieta”, en el que aborda la obra del escritor español Benito Pérez Galdós, definió a la novela como “constitutiva del ser humano” y promotora de la libertad: “El ser humano necesita de esas visiones que ponen en movimiento a la sociedad. Las novelas forman y renuevan una sociedad militante que exige cambios y crean una distancia crítica”.
En una sala José Hernández a tope y con lectores que eligieron quedarse a escucharlo parados y guiado por las preguntas e intervenciones del periodista y escritor Jorge Fernández Díaz, el escritor peruano sedujo a un auditorio silencioso y atento con su lectura sobre la obra de Pérez Galdós, su valoración de Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, y sus días en Buenos Aires, pero también con reflexiones de corte más político, como cuando analizó con vehemencia la invasión rusa a Ucrania o el presente político de Latinoamérica. En algunos tramos de la charla se animó a cruzar la mirada del escritor con la del articulista, por ejemplo al considerar que para que florezca la buena literatura hace falta libertad política: “Las novelas se escriben con verdadera libertad. Y a la vez, la existencia de una novelística importante es central para la sociedad y para la política. Hoy, la novelística latinoamericana está muy por encima de la realidad política y social”, dijo.
Vargas Llosa, quien contó al principio de la charla que escribe una novela de lunes a sábado pero que guarda religiosamente el domingo para cumplir con su rol de articulista en diarios como El País, asumió que -a diferencia de lo que sostenía el otro Nobel latinoamericano, Gabriel García Márquez- esa función atada a la realidad política y social no solo no le “quita energía narrativa” sino que le resulta fundamental, “una actividad programada”.
“¿Y Pérez Galdós no era un buen articulista?”, lo consultó Fernández Díaz con picardía. “No -respondió rápido el autor de “Conversación en la catedral” y “La ciudad y los perros”-. Sí fue un novelista esencial”. Y explicó por qué lo considera un autor “irregular”: "Nunca he leído a un escritor de principio a fin como a él. Con muchas paradojas. No trascendió fuera de España y sin embargo su sueño era ser traducido al francés. Su gran novela 'Fortunata y Jacinta' no se puede leer en francés”.
“Un escritor no siempre es un gran escritor y en el caso de Pérez Galdós hay mucha diferencia entre las novelas buenas y las que no lo son. Fue el primer escritor profesional que apareció en nuestra lengua, se comprometió a escribir una novela cada tres meses y bueno, eso no salía siempre bien. Él además no corregía las novelas, hacía pequeñas anotaciones pero nunca reescribía porque era como un principio”, explicó, didáctico, Vargas Llosa. Y contó que, a diferencia del autor que convirtió en su objeto de estudio durante la pandemia, él sí es un corrector metódico de sus novelas: “No podría escribir una novela de forma ligera. Las trabajo. A veces directamente las rehago”.
Después, rescató la mirada “imparcial” con la que Pérez Galdós abordaba los hechos históricos de sus novelas. “Sus libros fueron de los más vendidos en su tiempo y la mayor parte de los episodios nacionales son ligeros y entretenidos. Él se esforzó para ser realmente imparcial, ese sí es un gran mérito, algo muy difícil”, evaluó.
En otro tramos de la charla con Fernández Díaz el Nobel, recientemente recuperado de coronavirus a los 86 años, contó que fue “muy feliz estos días tan bonitos” en Buenos Aires y contó los detalles de un desayuno en La Biela con Juan José Sebreli. “Nos conocimos hace muchos años en París. En ese momento tuvimos una discusión en la que yo defendía a Cortázar y él tenía muchas reservas, le hacía una crítica política a sus novelas. Las encontraba deficiente, que no las abrazaba la cuestión social de una forma profunda y rica. Yo le discutía muchísimo esto pero aquí está la paradoja: al cabo de los años, terminé dándole la razón. Es cierto que hoy encuentro que la obra de Cortázar no tiene ese espesor”, recordó uniendo pasado y presente.
Consultado sobre el panorama político y social de Latinoamérica, Vargas Llosa criticó a la izquierda por tener una “visión errada y dogmática” sobre el escenario internacional en el que se inscriben: “La mirada de la izquierda ante la agresión violenta de Putin frente a Ucrania es una muestra. No la condenan a diferencia de lo que pasa en España donde hay una izquierda militante pero lúcida que sí lo condena. Entonces, creo que con la izquierda de nuestros países es difícil trabajar, es inflexible y cegada a la realidad”.
“¿La democracia está en crisis”, le preguntó entonces Fernández Díaz. “La democracia está viva. La invasión rusa a Ucrania ha servido para fortalecer a la Unión Europea”, ejemplificó aunque después sostuvo que el panorama es otro en América Latina, donde “la situación no puede ser más trágica” y que Perú, por ejemplo, “tiene un presidente analfabeto”.
Al retomar la literatura, el autor de "La ciudad y los perros" contó que una vez Borges se indignó con él después de que visitara su casa. “Le molestó que yo hubiera dicho que no podía ser que viviera en un lugar descascarado y con goteras”, contó y generó una carcajada en el auditorio. Al parecer, Borges después se ocupó de difundir que lo había visitado “un peruano que trabajaba en una inmobiliaria”. “Mi admiración a Borges sigue intacta”, se ocupó de aclarar Vargas Llosa. Fernández Díaz, rápido de reflejos, recordó que el Nobel en “Medio siglo con Borges”, editado en 2004, ajusta cuentas con el escritor argentino. “Borges tenía algunas cegueras como todos. Él no entendía el problema social de América Latina. Sí entendía muchísimas otras cosas pero lo social clarísimamente no lo entendía y es una realidad de la que los latinoamericanos no podemos sustraernos”, reflexionó y sostuvo: “ Él creó una lengua que se reduce a la mínima expresión y dentro encierra una enorme inteligencia y siempre hay algo que aprender de su obra”.
Vargas Llosa se despidió con un dato que permite vislumbrar qué tan real es aquello de que siempre está escribiendo una novela: tras su paso por Buenos Aires, viajará a Perú para terminar la que lo mantiene ocupado por estos días.